¿La regaste?
¡Ay, pero qué desgracia! No hay día en que en esta ciudad no se tire agua, sí, a lo tonto. Sin embargo, es proporcional la cantidad de anuncios del gobierno y de las famosas Organizaciones No Lucrativas (ONG’s) a la indiferencia de la gente. Pero no te vayas con la finta, no; las personas tienen la seguridad de que el agua es infinita.
Y si bien, las mamás gritan en la casa con un eco chillante “No gastes tanta agua”, pero se tardan las horas lavando los trastes, lavándose los dientes, o simplemente, para que agarre bien el tinte. Los niños se tardan bañando a sus muñecos, sus manitas u olvidan cerrar la llave.
Caso curioso (y por demás especial), el marido se levanta a las 8 de la mañana, eso si no es atenido, a lavar el auto…en verdad, eso se vuelve como la hora favorita de gastar el agua de todo poseedor de auto (bueno, no todos); lavan el carro mejor de lo que se bañan. Unos de “perdis” usan cubetas, de una hasta tres, pero hay otros que de plano, abren la manguera como si su carro se estuviera quemando.
Y no nos podemos equivocar, tantas maneras tan prácticas de limpiar un coche y se les ocurre abrir la manguera a tope, como si por cada litro de agua gastado se crearan tres más, usando shampoo para carro, no se vayan a maltratar los rizos de la carrocería. No hay conciencia acerca de este problema. No lo hay y dudo que lo haya.
Dejaremos todo, como siempre, hasta el final, cuando no tengamos agua ni para tomar, cuando sea un problema peor del que tenemos ahora. Mientras no se cambie esa mentalidad de “señores poseedores de lo que hay en la Tierra”. Entonces, es ahí cuando desearíamos volver el tiempo para pensar en alternativas.
Y una de esas grandes alternativas, son los productos ecológicos que parece que nadie los conoce, en pleno siglo XXI, son como un tabú, un secreto de estado; la gran cantidad de agua puede ser reemplazada, con un ligero gasto, claro, nada es gratis.
Somos 75% agua en nuestro cuerpo, nos estamos acabando la vida misma, con indiferencia burlesca al ver como se derrama por la coladera. Pronto, más pronto de lo que creemos.
Pero es aquí, donde todos debemos pensar, y más que pensar, actuar. A veces el costo de nuestras acciones suele ser más caro que el precio a pagar por cuidar el agua. Exactamente, nada más y nada menos, que el mismo líquido del que somos totalmente dependientes para vivir.